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Bienvenidos al Blog de David de Pedro






No sé como habéis aterrizado en este blog, pero poco importa, estáis aquí y os doy la bienvenida. Espero que paséis un rato ameno porque es de lo que se trata y que aprendáis tanto de mis errores como de mis experiencias, que compartáis la realidad y opiniones a ojos de mis personajes para que los entendáis más. A veces son reivindicativos, a veces muestran ese Mr. Hyde que en un momento dado todos llevamos dentro.

Hasta el momento de su publicación, os dejo con un pequeño aperitivo, el book trayler de mi novela. Como siempre, os invito a que hagáis vuestros comentarios, que mejorarán con mucho este blog.

Soy consciente que vuestro tiempo es oro, y por eso os agradezco vuestra atención. Como dijo Benjamin Franklin: Si el tiempo es lo más caro, la pérdida del mismo es el mayor de los derroches.

Volved cuando queráis.

Gracias,


David de Pedro




P.S.: Por cierto, aquí tenéis el link de La Revelación de Qumrán en Amazon, y si no tenéis kindle y lo queréis leer por ordenador, os podéis descargar el software clicando aquí. También podéis visitar mi nueva página web: www.daviddepedro.com

jueves, 29 de diciembre de 2011

Racismo, el peligro del uso de una palabra

Los afrikáners son mis ídolos. En pleno siglo XXI han conseguido evadir la integración racial y mantener el apertheid después de la revuelta de Mandela. Su máximo exponente: Oranía. Para quién no lo conozca, Oranía es un asentamiento sudafricano situado en el río Orange donde no se permiten la entrada a los negros. Habrá gente que se pregunte cómo puede ser eso; pues sencillamente porque en el inicio del declive del apertheid, Carel Boshoff creó una empresa juntamente con otras cuarenta familías afrikáners que compró un terreno para poder crear su asentamiento particular. Tan grande cómo que en la actualidad residen mil setecientos habitantes, tienen su bandera e incluso su propia moneda. Han conseguido lo que muchos anhelamos, la pureza de la raza. Luego encima, los tildarán de racistas... qué ironía. 

En España este vocablo se ha convertido en una arma de doble filo. Una parte de los inmigrantes han sabido explotar a la perfección los temores de una fracción de la población ante esta palabra. No quieren ser señalados con el dedo acusador del racismo, y ante eso, ceden a las subyugaciones de unos indeseables que se aprovechan, entre otros, de las debilidades de las administraciones. Éstas, ofrecen unas facilidades que no tienen para las familias pobres del país, aunque para ser sinceros, me da lo mismo que las clases bajas se enfrenten entre ellos por un mendrugo de pan. Lo que no me hace gracia, es que los inmigrantes se extienden como una epidemia que va contagiando a la sociedad, carcomiéndola, y como toda enfermedad contagiosa, siempre acaba llegando a los órganos vitales. Hay que erradicar esta invasión llegada de fuera que no nos llevará a buen puerto. La causticidad del racismo, es que muchas veces, los que más nos acusan de segregacionistas, son los primeros que protegen sus mujeres, sus religiones y en general los que no se quieren integrar en la cultura del país que han invadido pero sí imponer la suya. Ante cualquier afrenta que con otro conciudadano del país quedaría como tal, o sea una afrenta normal y corriente, ante ciertos inmigrantes queda como acto de discriminación. Ya que muchos de ellos lo saben y juegan esa baza, y los que no, por falta de cultura, también imitan a lo que les dicen sus compatriotas antes de creer en las bondades de los habitantes del país al que han invadido, sin tener en cuenta en ningún momento como se sentirían ellos si les hicieran lo mismo en su propia casa. Los extremos son malos. Aún podría entender que alguien se fuera a otro país para ganarse la vida y luchar por sus sueños, es lógico y lícito, ya que yo haría lo mismo en un momento dado. Pero cuando los invasores se aprovechan de las debilidades de un pueblo que teme el qué dirán, no queda más remedio que posicionarse en el extremo opuesto y luchar por erradicar la ocupación. A mi me da lo mismo que me llamen racista, hijo de puta, o cualquier otro sustantivo peyorativo, hay que hacerse respetar, ya que es lo mínimo que se le tiene que exigir a alguien que sobrepone su cultura a la del país que lo acoge. Eso no quiere decir que no entienda que ellos quieran mantener sus raíces. Pero bueno, después de esta disertación, sólo puedo resumirlo como que hay que aplicar una vacuna inmediatamente antes de que sea tarde, sobre todo para aquellos de religión musulmana que encima se distancian más de nosotros. Personalmente tengo la suerte de no tener que relacionarme con esta gentuza.

Volviendo al principio del comentario, me encanta la ironía de Oranía en un país africano, ya que es a lo que a la postre podemos llegar a aspirar en este país si dejamos que se asienten como lo hicieron los afrikáners en sudáfrica... eso sí es humor negro.

José Luís Sabater - Abogado (Girona)   


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